lunes, 2 de noviembre de 2009

Alfredo Urdaci: El sabio escéptico


DECÍA WALTER BENJAMÍN que “la atención es la oración del alma”. Quizá por eso, estar atento es una condición primera y fundamental de la felicidad. La duda sería la condición segunda, o al menos una circunstancia que la propicia. No se puede estar atento sin la duda, sin poner a prueba a cada instante nuestras conclusiones. La certeza nos distrae, el entusiasmo nos nubla el entendimiento. Los viejos aconsejan
temer al hombre que ha leído un solo libro. Es mucho más peligroso que aquéllos que no han leído ni una sola línea impresa. La libertad es una condición natural del hombre, pero el conocimiento y la inteligencia la perfeccionan. Quintás Seoane estudió el ajedrez, gran maestro que te concede el valor de la estrategia, lección vital que te demuestra que no existe el rival despreciable, y que confirma que cada partida es única, diferente. Y en la charla se abre, pero poco a poco, como si sacara primero los peones, y luego el caballo de la dama. Pero a la estrategia sumó el conocimiento de la historia y al liberalismo, el sustrato de la ética que le hace humano y evita que Adam Smith se convierta en un monstruo. Ha subido por la escalera de las matemáticas hasta alcanzar a su madre: la música. Diría que es un hombre renacentista, y que como tal, ha comprendido que el saber humano es global, y que el poder debe mantenerse siempre en una posición discreta, como de sombra, y que los libros son aquéllos en los que están todos los libros, como “Las guerras…” de Tucídides. Habla poco, porque ha llegado ese momento de la vida en el que sólo se dice aquello que tiene más valor que el silencio. Pero cuando dice, uno se queda con ganas de más. Ha sido un gran profesor, porque la buena inteligencia engloba, y la mala calidad discrimina, y si puede explicar el desastre del siglo XX como el fallido intento de la primera globalización del planeta, yo hubiera querido tenerlo como catedrático, porque no hay mejor servicio al alumno que hacerle entender el mundo. Hay en él una sabiduría como de alma antigua, ésa que advierta de que el vicio es lo contrario del placer, ésa que aprecia la libertad y construye la seguridad para poder decir que no cuando las cosas no son como nos prometieron. Es curioso comprobar cómo estos hombres vuelven a la tierra para cargarse de sentimientos, quizá porque como diría Zubiri, la razón es una razón que siente, y de lo contrario no es razón.

Alfredo Urdaci

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